“No juzgar” es otra actitud fundamental de mindfulness.
Esta capacidad de observar sin juzgar es lo que diferencia mindfulness de una simple atención al momento presente (lee el artículo “¿Qué es mindfulness?”). De hecho seguramente la frase que más escuchas en mis audios de meditación es: “Si tu mente se distrae, tráela de vuelta a tu respiración con paciencia, amabilidad y sin juzgar”.
Nuestra mente constantemente emite juicios. Es su naturaleza. Es lo que nos ayudó a sobrevivir. Necesitábamos saber con rapidez si algo era potencialmente peligroso o no.
Pero los juicios nos encierran y nos hacen reaccionar de una forma automática.
Evitar los juicios es prácticamente imposible pero lo que podemos aprender es a ser más conscientes de ellos y cambiar nuestra reacción automática por una respuesta consciente, eligiendo acercarnos a la situación o persona con apertura, interés y curiosidad.
Y quizás te sorprenda pero la actitud de “no juzgar” está directamente relacionada con la sabiduría. La sabiduría no enjuiciadora nos permite acercarnos a otra persona e intentar comprenderle. Ser conscientes de lo complejo que es nuestro cerebro y lo difícil que nos resulta gestionar nuestras emociones. Dándonos cuenta que cometer errores es humano y que muchas veces actuamos mal no porque queremos hacer daño a otra persona sino porque intentamos satisfacer nuestras necesidades básicas cómo, por ejemplo, ser amado, escuchado, protegido. Tan sólo que los medios que elegimos no son los adecuados. Y esta comprensión nos abre la puerta a una profunda y sincera compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Prueba esta semana darte cuenta cada vez que tu mente emita algún juicio hacia una situación o persona e intenta suspenderlo por unos instantes cambiándolo por una atención abierta, amable y curiosa. Y tal vez te sorprendas.
Te invito a leer el cuento de Jorge Bucay sobre este tema.
Y en el siguiente vídeo comparto contigo la metáfora de perro y la trampa:
