Érase una vez un rey que llamó a un sabio para que le aconsejará algún mensaje que podría guardar dentro de su anillo y que le pudiese ayudar en momentos de desesperación total.
El sabio le dio un papelito y el rey lo escondió en el anillo para abrirlo en su momento oportuno.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido. El rey estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida.
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje.
Simplemente decía:
Y ESTO TAMBIÉN PASARÁ.
Mientras leía estas palabras sintió que se cernía sobre él un gran silencio.
Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
Reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino.
Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración.
Él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado y le dijo:
– Apreciado rey, le aconsejo leer nuevamente el mensaje del anillo.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta. No estoy desesperado y no me encuentro en una situación sin salida.
– Escucha – dijo el anciano – este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas. También es para situaciones placenteras.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje:
“Y ESTO TAMBIÉN PASARÁ“,
y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje.