En éste último artículo te cuento lo que más aprendí en el retiro de 10 días en silencio. Aprendizaje UNO. Uno de los aprendizajes fue el hecho de observar cómo cambian las emociones. Me encontraba con una montaña rusa de sentimientos, pasando de alegría a tristeza, de calma a agitación y siendo muy consciente de todo empecé a darme cuenta cómo cambiaban. No había ningún sentimiento que duraba por mucho tiempo, todos surgían y desaparecían, venían y se iban. Y sabiéndolo era más fácil tomar con calma los sentimientos difíciles, diciéndome: “tranquila, y esto también pasará”. Aprendizaje DOS. Me di cuenta que en los momentos de bajón, desesperación, tristeza, nuestro impulso natural es cerrarnos, resistirnos y querer que estos sentimientos se vayan. Y lo único que conseguimos es empeorarlo. Y lo que empecé a hacer conscientemente es en vez de cerrar el corazón, abrirlo a la compasión. Me decía: “Ahora sé cómo sienten los demás cuándo están tristes o desesperados. Ahora sé lo mal que lo pasan y cómo duele. Abro mi corazón para dejar entrar a todas las personas que están tristes ahora mismo y les abrazo con calidez, amor y compasión. Que puedan liberarse de su malestar y sufrimiento”. Y de repente al decir estas palabras, notaba que el sentimiento de tristeza se hacía cada vez más pequeño y yo me sentía mucho más fuerte y mi corazón se volvía más grande y más tierno. Aprendizaje TRES. Quizás el aprendizaje más importante fue el siguiente. Curiosamente los últimos días es cuándo empecé a sentir mucha ansiedad, tal vez porque ya estaba cansada y con ganas de acabar y volver a casa. Pero no era consciente de ello hasta sentarme en las prácticas en las que teníamos que estar una hora sin movernos. Allí es cuándo al hacer escaneo corporal me daba cuenta de que todo mi cuerpo se encontraba con muchísima tensión y cuánto más tiempo pasaba estando inmóvil más fuerte se volvía esta tensión. Y es así como por primera vez era capaz de sentir ansiedad en el cuerpo y no tanto en la mente. Y cuánto más fuerte se volvía esta tensión, ya me era imposible seguir con escaneo corporal porque todo mi cuerpo parecía una enorme bola densa. Entonces me refugiaba en la respiración. Y me di cuenta del poder de la respiración. Seguía inmóvil con sensaciones muy intensas que me abrumaban pero la respiración era mi lugar seguro. Era una especie de refugio desde el que observaba la tormenta. Era cómo estar bajo el agua en silencio viendo las enormes olas encima de mi. Y me decía: tranquila, estoy aquí contigo, lo estás haciendo muy bien, ya verás cómo todo cambia. Y también le decía a la ansiedad: Si, está bien. Ya que has venido, te dejo estar. Te ACEPTO. Y de repente al cabo de unos minutos (no sabría decirte cuánto tiempo pasaba, quizás 10-20 o incluso 30 minutos) la intensidad de las sensaciones empezaba a disminuir y venía alivio. Luego de nuevo volvía la tensión y así fluctuando momento tras momento… tras momento. Pero yo empezaba a sentirme cada vez más fuerte y capaz de tolerar estas olas de ansiedad. Y a veces pasaba la hora entera “cabalgando” sobre las olas. Pero a veces todo cesaba, ya no sentía ni tensión, ni ninguna otra sensación. Cómo si mi cuerpo estuviera flotando en una burbuja y me inundaba sensación de paz. Cómo si mi mente hubiera vuelto tan estable y ecuánime que ya nada podía sacarla de su centro. Y así me di cuenta que si dejaba de resistirme a la ansiedad y me acercaba a las sensaciones físicas sin miedo, sintiéndolas plenamente (y refugiándome en la respiración como en un lugar seguro), tarde o temprano éstas cambiaban y después de superar una nueva ola me sentía cada vez más fuerte y podía tolerarlas cada vez mejor. Esto a su vez aportaba mayor ecuanimidad y estabilidad a mi mente pues ya no dependía tanto de lo que pasaba. Y así me encontraba cada vez más en mi centro. Cada vez con más paz dentro de mi. Y éste es el poder de vipassana: nos aporta sabiduría de que todo cambia y ecuanimidad para poder recibirlo con paciencia y calma. Pero la sabiduría no lo es todo. Dicen que el pájaro necesita dos alas para poder volar y si la primera ala es la sabiduría, la segunda es el amor compasivo. Por eso el último día del retiro se practica Metta. Que todos los seres encuentren equilibrio y ecuanimidad. Que todos los seres sean felices. Que todos los seres estén libres de sufrimiento. Que cultivemos paz para la mente, aportando paz para la Tierra. |