Un día se acercó al anciano campesino que estaba trabajando las tierras un monje:
– He estado buscando a Dios durante años. Dejé mi casa, renuncié al matrimonio y he estado buscando en todos los lugares donde Él mismo ha dicho que está: en lo alto de los montes, en el centro del desierto, en el silencio de los monasterios y en las chozas de los pobres.”
– ¿Y lo has encontrado? – le preguntó el anciano.
– Sería un engreído y un mentiroso si dijera que sí. No, no lo he encontrado. ¿Y tu?
¿Qué podía responderle el anciano?
Sol poniente inundaba la casa con sus rayos de luz dorada. Centenares de gorriones canturreaban felices en el exterior sobre las ramas de una higuera cercana. A lo lejos podía oírse el peculiar ruido de la carretera. Un mosquito zumbaba cerca de su oreja, avisando que estaba a punto de atacar y, sin embargo, aquel monje solo podía sentarse allí debajo de un árbol, intentando entender y estudiar las escrituras y decir que no había encontrado a Dios, que aún estaba buscándolo y por eso renunció a la vida terrenal. Al cabo de un rato, decepcionado, el buscador de Dios salió de las tierras del campesino y se fue a buscar a otra parte.
Fuente: Denis Criado “Cuerpo consciente”