En una aldea lejana vivía un campesino. Un día el campesino fue al mercado y compró una magnífica yegua, gastando lo que había ahorrado durante muchos años de su vida
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Pero unos días más tarde, la yegua se escapó. Los vecinos del pueblo acudieron para compadecerse del campesino: – Que mala suerte!. Él se encogía de hombros y contestaba, imperturbable:
–Ya veremos, ya veremos…
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Tres meses más tarde, la yegua reapareció con un magnífico semental salvaje junto a ella. Embarazada de un potrillo. Los vecinos acudieron para felicitar al dichoso propietario:
– Que maravilla! Perdiste un caballo y ahora tienes tres.
– Ya veremos, ya veremos.. contestaba el campesino
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El hijo único del campesino intentó domar al semental pero no tardó en caerse del caballo y se rompió la pierna.
De nuevo vinieron los vecinos:
¡Que terrible!
A lo que contestó el campesino:
-ya veremos, ya veremos
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Unos días más tarde, todos los jóvenes fueron llamados a enlistarse a la guerra… excepto el hijo único del campesino
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Los vecinos proclamaron esta vez: ¡que suerte!
A lo que de nuevo contestó el campesino:
Ya veremos, ya veremos…