Imagínate a un grupo de hombres, encadenados en el interior de una cueva.
La única luz que ilumina la gruta procede de una hoguera que proyecta en la pared las sombras de lo que ocurre en el exterior.
Dado que los prisioneros nunca han salido de la cueva, creen que la realidad es todo aquello que ven proyectado sobre la pared.
Solo él que es capaz de liberarse de las cadenas que le mantiene atado a la caverna puede conseguir salir a la luz del sol.
Y aunque en un principio, el hombre se resiste a creer que hasta entonces ha vivido engañado, con el tiempo consigue darse cuenta de que lo que ahora ve es la auténtica realidad.
Este es uno de los descubrimientos que suelen ocurrir cuando empezamos a meditar. Nos damos cuenta que hay vida más allá del “matrix” en el que nos tenía encerrada la mente. Como prisioneros que han estado durante mucho tiempo en la cueva , salimos del piloto autómatico y la inconsciencia y nos despertamos a la realidad de las cosas tal y cómo son.