“Que tus despertares te despierten.
Y que, al despertarte, el día que comienza te entusiasme.
Que jamás se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer.
Que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruza en tu camino.
Que no te olvides de saborear la comida, detenidamente, aunque solo sea pan y agua.
Y de encontrar algún momento en el día, aunque sea corto y breve, para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer por el milagro de la salud, ese misterioso y fantástico equilibrio interno.
Que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos.
Que tus abrazos, abracen.
Y que tus besos, besen.
Que los atardeceres no dejen de sorprenderte, y que nunca dejes de maravillarte.
Que llegues cansada/o y satisfecho/a al anochecer por la tarea realizada durante el día.
Y que tu sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.
Que no confundas tu trabajo con la vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio.
Que no te creas más que nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza.
Y que no te olvides, ni por un instante que cada segundo de la vida es un regalo, un obsequio, y que si fuéramos realmente valientes, bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello.
Como un pequeñísimo homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice“.