Cuentan que un joven visitó un día a un sabio maestro del budismo. Necesitaba entender por qué se sentía tan poco valorado.
– Maestro- le dijo- siento que no valgo nada, que nadie me valora. Siento que soy un auténtico inútil en la vida.
El maestro se incorporó y respondió:
– Cuánto lo siento, muchacho… pero antes de ayudarte, necesito resolver un problema y tú puedes ayudarme. Después, te ayudaré a ti.
El joven volvió a sentirse mal. De nuevo postergaban su problema… se sentía menos valorado aún, pero no podía negarse a ayudar al maestro.
– De acuerdo- le dijo.
Entonces, el sabio se quitó un anillo pequeño que llevaba en el dedo meñique y se lo dio, diciendo:
– Toma este anillo. Necesito que lo vendas en el pueblo. Pero no lo vendas por menos de una moneda de oro.
El joven hizo lo que el maestro le pidió: cabalgó hasta el pueblo e intentó vender el anillo en el mercado. Pero todos se reían de él.
– ¿Una moneda de oro por esto? ¡Vamos, muchacho, que el oro vale mucho y tu anillo no debe costar más de una moneda de plata…como mucho!
Al final del día, desesperanzado, regresó a la casa del maestro con el anillo.
– Lo siento… nadie quiso darme una moneda de oro por él.
Y el sabio le dijo:
– Vaya, no importa… Tal vez primero debamos saber cuánto vale en realidad, ¿no crees? Así sabremos qué pedir por él. Toma el anillo de nuevo y visita al joyero del pueblo. Que te diga cuánto pagaría por él. Es experto en oro y sabrá con exactitud lo que vale este anillo. Pero no se lo vendas. Vuelve para contarme qué te dijo…
El muchacho hizo lo que el maestro le pidió. El joyero sacó su lupa y estuvo observando el anillo con detenimiento. Después, levantó la cabeza y dijo:
– Dile a tu maestro, que le daré 57 monedas de oro por él…
– ¡57 monedas de oro!- exclamó el joven entusiasmado.
– Sí, sé que es poco… con el tiempo podríamos sacar hasta 70 monedas de oro, pero si tiene prisa por venderlo, es lo que le puedo dar.
El joven regresó muy contento a la casa del maestro y al llegar le dijo:
– ¡Maestro! ¡El anillo vale muchísimo! ¡57 monedas de oro!
Y el sabio asintió sonriendo. Luego le dijo:
– Lo mismo sucede contigo. No todos van a valorar lo que realmente vales. Solo aquellos que puedan verte de verdad, aquellos que como el joyero, sepan valorar. No le des importancia a lo que piense el resto.