Para los que practicamos la meditación, hacer un retiro al menos una vez al año es muy importante. Es una forma de “desintoxicar” nuestra mente pero también avanzar y profundizar en nuestra práctica.
Tendemos a no ser conscientes de que estamos pensando prácticamente todo el tiempo. La incesante corriente de pensamientos que fluye por nuestra mente nos deja muy pocos descansos para experimentar el silencio interior. Y dejamos muy poco espacio para simplemente ser.
He probado diferentes tipos de retiro y el que más impacto ha tenido en mi vida es él que voy a repetir ahora: retiro de 10 días en silencio. Para mí es uno de los retiros más puros pero también más duros que existe.
Te levantan a las 4 de la mañana, meditas 10 horas diarias (sentados, con lo cual al tercer día quieres romper tu espalda contra el suelo por el dolor que sientes), no puedes hablar con nadie (ni tan siquiera mirar a la cara), no puedes leer ni utilizar móvil y, si esto parece poco, las meditaciones no son guiadas, simplemente te dan instrucciones por la mañana que tienes que seguir por tu cuenta durante todo el día.
La primera vez lo he hecho en 2018 y ¡¡sufrí muchísimo!! Todos los días estaba a punto de irme. De hecho cuando salí, pensé que JAMÁS en mi vida volvería a hacer algo parecido. Pero semanas y meses después sentí tanta transformación que incluso decidí dedicar mi vida a enseñar y compartir la meditación. Desde luego fue un antes y después.
También al profundizar más en las enseñanzas y en la propia práctica, me di cuenta que fue mi propia mente la que se ponía rebelde y creaba este sufrimiento. La meditación es como domar a un caballo salvaje y las primeras veces se vuelve violento hasta que poco a poco empieza a hacerte caso. Pues mi mente salvaje casi pudo conmigo en aquel primer retiro y yo estaba muy lejos de dominarla.
Y aquí estoy preparada (y un poco nerviosa jeje) para embarcarme una vez más en este viaje interior de 10 días.
Me preguntas, ¿y porqué lo haces si es tan duro?
Te diré que por una parte es un desafío. Quiero encontrarme cara a cara con mi mente y domarla.
Pero también como dice Alan Wallace, “la finalidad última de la meditación es que la mente te sirva”.
Y quiero que mi mente esté a mi servicio…para poder servirte a ti y a la Tierra.
No hay mejor regalo que aportar una mente tranquila y corazón lleno de paz al mundo que nos rodea…ahora más que nunca.
Namaste.